“Ofrecimos el compromiso de la
razón y la volición
a los cielos, a la tierra y a las
montañas:
pero rehusaron cargar con él por
temor.
El hombre, en cambio, lo aceptó,
siempre propenso a ser
sumamente malvado,
sumamente necio.”
(Qurân 33,72)
“Yo creo que los que callan, lo
hacen por
el destacado papel que desempeñan
junto al Sultán.
Lo mismo que los alfaquíes
universitarios a sueldo
saben que, si hablaran libremente,
sería así cesados.”
(Abû Sara a su maestro
al-Balqini)
El límite del umbral diferencia
dos ámbitos, al separarlos. Al mismo tiempo es el responsable de disolverla en
su transparencia, mostrando así lo que no es sino una única realidad. Quizá por
eso río y mar gozan de salazones distintas, siendo una misma agua.
La humana inmortalidad no
pertenece al aspirante a ser humano por derecho propio, mero postulante cándido
que habrá de ganársela mediante el concurso acertado de los propios
pensamientos y acciones (palabra y gesto).
Al alma fortificada (aquella que
ya no necesita la exigua protección un ego espacio-temporal que termina siendo
cárcel) se le otorgará así la experiencia de la Unidad que está más allá de la muerte.
Rumbo al horizonte, gozará su nihil obstat. Resucitar es disolver, no
traspasar, el umbral. Joan Manuel Serrat, sabio maestro, se hizo eco de su “dificultad”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario