jueves, 6 de septiembre de 2012

Yihad y botín cuántico


“Pese a lo que muchos creen,
es la conciencia escalar “quién” crea la materia
y la reduce a cuántos, y no a la inversa.”
(Amit Goswami)
 
“Por sí misma, la liberación espiritual
es completamente insuficiente.”
(Jonathan Talat Phillips)

 



 

Los seres humanos actuales, degradados como están en la confianza tecnológica, se encuentran atrapados entre la perversa herencia de un pasado manipulado y la clara incertidumbre de un futuro que no lo espera ser menos. De alguna forma, que algunos entienden lógica, ha abandonado las mieles de su frugal libertad por una absurda y ensoberbecida dependencia tecnológica que se auto refuerza: ha caído en una sutil y poderosa trampa, sólo que él la llama  “su evolución”. A su manera, progresa de modo adecuado. Se siente orgulloso de haber elegido “no elegir” y abandonarse dócil al signo inequívoco de los tiempos.
 
Este “estado de cosas” es patrocinado y enaltecido por una brutal cohorte de agentes políticos e ideológicos encargados de un cometido neo-sacerdotal: reforzar la inercia institucional e industrial de degeneración del factor humano hacia su total extinción. Las artificiales leyes de la selección “natural” dirán si la conciencia, base radical de la libertad humana, merecía ese destino o no. La elección que le cabe a cada “proyecto genómico de ser post-humano” será la de mantener "activo" el engrama de genes -aún- responsable de promover un cierto grado de conciencia sobre lo que sucede o, cómo no, abandonarse a una pronta (y cómoda, por tecnológica) extinción.  
 
En una suerte de absoluta y neutral justicia, todos y cada uno de nosotros y nosotras tendrá “su merecido”, que es la expresión que el ignorante pseudo-hombre moderno utiliza para referirse al hado, esto es, a su suerte. Bien mirado, no parece, después de todo, que estemos tan “abandonados”. Aquellos que se dobleguen a la ficción del ethos, caerán presas de su prestigio. Aquellos que prefieran la urdida armazón del logos, serán víctimas de su pragmatismo. Los más idiotas serán aquellos seducidos por la sensiblería incólume del pathos, enamorados del “chulo” tecnológico, cautivos de las fauces de Sobek.  Así están las cosas. Y es que la ceguera de Maat no precisa ver, para no “verse” obligada al amaño de mentir. Dichoso destino el de las diosas y dioses, tan distraídos en repartirse “el botín” con sus ficticios dilemas lógicos y entretenidos en el insulso fragor de sus teocráticas y aburridas guerras... entre la madre “espacio” y el padre “tiempo”.
 
 
 
 
 
 
 
 

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