jueves, 27 de septiembre de 2012

Arrogancia divina

"Y no habrá más diluvios (al menos de aguas)
para destruir la carne. He dicho."
(Génesis 9, 15)
 
"VI VI VI es el valor romano para 6 6 6.com"
(Beato de Liébana, Comentarios al Apocalipsis)



 
Cuando los seres sub-humanos descubrieron que no había “nada” por encima de ellos, capaz de responsabilizarlos por su conducta (pensamientos y –sobre todo- las palabras y actos que de ellos se derivan) se dijeron así mismos, en un arrebato de júbilo: “¡Esto es Jauja! El primero… capador.” O lo que es lo mismo: “El primero crea la Ley… y con ello, el modo y la manera de hacer trampas que más le convenga y que menos se vea”. Nació así Occidente. El mito del hombre-lobo para el hombre-oveja, había pasado del mundo de la emanación sub-humana al reino de la cantidad.


Poco han tardado de convertirse aquel polvo desacralizado en pestilente lodo. El inconfundible hedor del paraíso se respira por doquier, tanto es así, que ya nos hemos acostumbrado. Nada tan normal como el propio interés y la necesidad de hacer coincidir al bien común con aquel. En caso de discrepancia, mejor que se fastidie el segundo… “por mi bien.” Así nos han vendido la moto de los ajustes y reformas necesarias, desde el profundo axioma económico de “Quien parte y reparte…” El primero –Princeps- ¡capador! Esto es, con autoridad suficiente para diseñar el sistema de cómo se llega a príncipe y, por supuesto, cómo NO. Y sobre todo, proteger “manu militari”, cueste lo que cueste, que no se desvirtúe el tinglado. Así fue como nació el próspero negocio del complejo industrial-militar desde Caín. Discreto, pero eficiente, siempre reforzado al amparo de la sombra. Esperando cualquier luz roja de alarma: cambiar lo que haga falta y sea necesario–incluso ejecuciones extrajudiciales- para que todo siga “como debe ser”, como “interesa a DIOS”. Las reglas bajo las que en modo alguno se puede dejar de jugar el obligatorio juego. La “divina” tragicomedia.


Tanto el colapso de la Unión Soviética ¿? como la consecución tecnológica de una Internet de alta velocidad –hoy cotidiana- supusieron una interesante singularidad. Una intensa luz roja. Desde ese momento quedaron para siempre vinculadas degradación y rentabilidad bajo eufemismos como deslocalización, globalización. Así, cuantos menos ingresos se concentren en la base –intentan ahora descubrir cuál es ese mínimo posible (aún no lo saben)- “más” será lo que fluirá a la cumbre. Milagros de las TIC (complejo industrial-militar). Lo innecesario –humans included- sencillamente sobra. Se matará a lo que no se muera por sí solo. Sobran fórmulas para hacerlo (complejo industrial-militar). Sólo hay un salvavidas: ¡consumir!, aunque sea como enfermo solvente. En río ha de fluir esta vez hacia las cumbres. No hay otra.

 
Desde que sabemos que Dios no existe, quién tiene las armas “puede” hacer las veces. Será un dios bien humano quien lidere el NUDO: nuevo universal diluvio obligatorio, con tal de encontrar algún Noé suficientemente dócil, capaz de proteger a las especies y los suyos. El arco iris está próximo, pero no llegará antes de que se desencadene una brutal tormenta. Estamos oyendo el susurro lejano del trueno y apenas se vislumbra algún que otro sutil y tímido resplandor. La tortura precede siempre al pacto. Un pacto bajo el miedo siempre sale rentable a quien tiene la capacidad divina de torturar. ¿Quién pedirá entonces responsabilidades a Dios? Ahora sí que vamos a saber hasta donde llega el verdadero terrorismo divino. Adonay Shebaot es ahora (y siempre) el nombre del complejo industrial-militar, deseando salir de las sombras y entrar en acción: eso sí, bajo las bendiciones de la “Patriot Act”, al servicio de la única causa divina posible. Primero el diluvio. Luego hablamos: “Non sine solis iris”.

 
No habrá paz en la tierra, hasta que se haya primero garantizado la gloria en las cumbres. ¿Alguna contra-oferta? Si quieren ver el Arco, no bastarán ya los paraguas… ¡preparen el Arca!, que desde el cielo tienen preparados “los arcos”… Internet y las TIC’s afines estuvieron, están y estarán (los satélites no se mojan) al servicio de la Bestia. Y ya casi nadie puede comprar ni vender –ni siquiera este humilde bloguero- sin ellas. ¿Reconocen el logotipo? ¿La marca? Ya viene Adonay Shebaot… lo anuncian las trompetas. ¿Alguien creé que se trata de una broma? Dios siempre gana sus guerras (y -se equivocó Montiesquieu-ya tiene a sus tribunales bien comprados).



No hay comentarios:

Publicar un comentario