“Para quedarte donde estás, corre
tanto como puedas.
Para ir a otro sitio, aún el
doble de rápido.
Podrás llegar incluso a cualquier
parte,
siempre y cuando corras lo
suficiente.”
(Charles Lutwidge Dodgson)
Igual que el suficiente calor
es capaz de disolver así los férreos gluones que mantienen atrapados a los quarks en las
cárceles neutrónicas y protónicas, y sutiliza a estos últimos, liberándolos así
de su opresora y plúmbea masa, así, decimos, el suficiente amor termina también por sutilizar al
ego, librándolo de sus espesas adherencias al 99%. El 1% restante es el que aún
se necesita para alabar al Eterno desde la intimidad de su creación. El secreto
no se halla precisamente en la “masa”, sino que burdamente se mantiene a partir de ella.
Revela, pues, en la misma medida que oculta. Muestra el valor del maravilloso
país escondido, por el tamaño del denodado esfuerzo con que, en el interior de
la madriguera, lo guarda. Más allá de engañosas macropsias y micropsias, verdadera
escuela de amor, la misteriosa escuela de calor.
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