sábado, 1 de septiembre de 2012

Mussafir odassi

“Sorprende la hospitalidad oriental.
No hay aldea cuyas casas no dispongan de habitación del huésped,
en donde todo peregrino encuentra su abrigo gratuito,
sin decir quién es o cuáles son sus opiniones.”
(Vicente Blasco Ibáñez, Oriente, 1907)
 
“El paraíso está a la sombra de las espadas.”
(Hadiz islámico)

 

 

 

La memoria sucumbe a la pereza intelectual. Allí donde uno cree haber llegado a algún sitio, ni siquiera ha comenzado a empezar. No ha habido “inicio” alguno. Por más pasos que se hayan dado, ninguno de ellos ha conseguido traspasar el umbral. Creyendo que avanzamos, damos vueltas y vueltas sobre el mismo punto, sin llegar a ningún lugar, inmovilizados en un interminable espejismo de progreso.
 

La palabra elocuente, abre el entendimiento, zarandea el alma, corta sus ataduras como una espada y la libera. Heredera del relámpago, hiende las tinieblas. Discrimina entre la verdad y la mentira, cercenando así la existencia atrapada en lo ilusorio.

 
Adentrarse en lo nuevo comporta desterrar viejos hábitos, cuestionar normas rígidas, retar y desafiar por propia iniciativa las mordazas, el sometimiento y atadura a falsos ídolos, por bellos que aparenten ser: la virtud siempre elige el camino interior de la verdad y a él siempre permanece fiel. En la fidelidad a la verdad reside la verdadera liberación, aquella capaz de desvanecer el perpetuo velo del autoengaño. De ahí su peligro. Ninguna otra luz, ningún otro cielo como el de septiembre: Balanza que libra, eje axial que aúna así a la comunidad en torno a la verdadera justicia y la devuelve a casa.
 
 
 
 

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