“Aferrado al bastión de su seguridad
y de su simplonería,
el ignorante es enemigo natural de
cuanto desconoce.
La ignorancia está tan unida al
odio al sabio,
como la sabiduría al amor
incondicional al que odia.
Tiene que ser así."
(Yahia ibn Al-Andalusí)
“Nos mienten, nos roban, nos pegan, nos manipulan:
no nos representan.” Rezaba una lúcida pancarta en las manifestaciones previas
a S. Miguel Arcángel. Pero ya es tarde. Quien acepta ser representado, pone su
destino en manos del representador, maniatando así su libertad. Ese
representante ya institucionalizado será quién decida qué es el orden, y tendrá derecho a arrojar los
sables sobre quién lo importune o altere. Las causas, no me canso de repetirlo,
siempre tienen “sus” efectos. Nadie va a consentir que le quiten la posibilidad de
ejercer la violencia de modo legítimo, esto es, impunemente. Violencia que también
les autoriza a escribir a su medida la historia. A diseñar la verdad de de los
hechos, como en la conocida distopía de Orwell. Algunos creen que su desfachatez para tergiversar y apropiarse
del silencio ajeno, con tal de apuntalar sus bastardos intereses, quedará
impune. No se imaginan como amo a esos ignorantes. No se imaginan cuánto.
Precisamente por todo lo que nos mienten, nos roban nos pegan y, sobre todo, nos manipulan. No puede ser
de otro modo.
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