“Así como un escudo salvaguarda la Tradición
el Secreto,
la misericordia la riqueza, los
votos la abstinencia
y el silencio la Sabiduría.”
(Pirkei Avot 3,17
Perturbados mucho menos por la
fugacidad de los acontecimientos que por nuestra contingencia esencial, a
merced de los escarnios del escarmiento demiúrgico, artífice despechado que se
resiste a morir, abandonados a la metástasis del miedo y la incertidumbre,
condenados a la necesaria masacre y a la conveniente ocultación con la que
camuflar nuestros espurios intereses y vanos afanes, dispuestos a considerar el
supremo valor de la supervivencia que otorga la impostura y garantiza cualquier
digno lugar en la jerarquía, siguen latiendo en mis palabras sin cesar
contradicciones, confusión y paradojas.
Improvisando un frágil orden
contra el que tratar de desafiar al caos planificado, iluminando el campo de una batalla
que sabemos perdida de antemano, mi juventud no supo cómo evitar la trampa del
desengaño, el sarcasmo que trae envejecer. Bien mirado, todo ingenio trata de
esconder un profundo y arraigado sentimiento de culpa. Clamamos por los males
de unos tiempos que sabemos nuestros. No somos nada. Menos.
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