“Se
nos retira la vida
toda
vez que terminó nuestra particular misión
o que
ya perdimos la última ocasión de terminarla.”
(Eliyohu
Ben Shlomó Zalman, el Comerciante)
Un
proceso vital, como aquel en el que cada uno de nosotros nos encontramos ahora
involucrados, es una invitación para aprovechar todas las oportunidades que nos
ofrece de manera exclusiva cada momento. Ese aprovechamiento peculiar de cada
instante requiere de una sensibilidad exquisita hacia la calidad temporal. Sin
esa sensibilidad sólo perdemos nuestro tiempo y, con ello, la vida.
La liberación de nuestras diferentes formas y modos de esclavitud espiritual, requieren del don de computar de manera adecuada cada fracción de tiempo.
Dicho cómputo viene ligado a una determinada forma tradicional o social. ¿Qué garantía tenemos de que la que compartimos dentro de una determinada cultura o país sea la más correcta, cuando todas ellas son distintas? ¿Cómo alcanzar la verdadera noción de tiempo sagrado sin contaminar? ¿Habremos de rendir nuestro empeño a las noción pragmática de respetar el previo arbitrio consuetudinario? ¿Es quizá este tema tan importante, como para tomarse la molestia de tratar de averiguarlo? Saque, como siempre, el lector sus propias conclusiones.
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