“¡Me encanta volver al pasado!.
Siempre es más tranquilo que al
actual presente
y, sobre todo, mucho más seguro
que el futuro.”
(Max Ophuls, La Ronda)
Apostar por una vida soñada no
debe desasirnos de la que parece real, sobre todo cuando confundimos el Paraíso
con hacer la voluntad del egregórico ego al que hemos dado vida. Ahora vivimos
tiempos de añoranza de la vida frívola y despreocupada que dejamos atrás, con
tal de evitar enfrentarnos a los rigores que sembramos desde la tozudez de
resistirnos a cambiar y fluir con el cambio, a fluir con y desde lo real.
Decir adiós a lo más superfluo, a
lo innecesario. Desprendernos del atrezo y la tramoya. Ser. Aunque no sepamos
dónde estamos, dónde vamos ni mucho menos quiénes somos. La obra ya termina. El
incierto desenlace enlazará con el instante cierto del que ahora partimos, ya
sin ni siquiera movernos. Mantener el suspense, garantiza los aplausos. Parece
ser.
Pequeña conciencia ensimismada en lo tuyo,
insensata, ¿hasta cuándo vas a mantener tu órdago a la gran conciencia? Métete en papel de
Dios, si quieres. Trata de ser convincente, de hacerlo muy bien, pero –por lo
que más quieras (y aquí no hay peros que valgan)- no te lo creas. Que no valen
señas ante el espejo. ¿Cuál es tu juego? ¿A qué demonios juegas?
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