domingo, 5 de agosto de 2012

El ayuno de San Lorenzo


“Por el ayuno, mi Alma busca tu Gracia incansable,
aquella que purifica todos mis actos de mí mismo sin agua,
sabe ser sutil sin aire, luz sin fuego
y océano espiritual sin cuerpo.”
(Ibn al-Farid, Camino de pureza)

“Proviene el verdadero ayuno de Quién procura todo alimento.”
(Ibn Arabí, Tesoro de los amantes)







Las obras del verdadero iniciado, recogidos sus sentidos externos e internos, son realizadas a salvo de toda mirada profana, en lo recóndito de un corazón abstinente. No hay juicio, por pequeño que sea, que tenga cabida en tal grado de ausencia. No cabe distracción alguna, que no sea tenida por amenaza, ni siquiera una mosca o una mota de polvo del camino, cuando la contemplación se pretende pura. Saciado está aquel que sabe por qué ayuna.



Una sola aguja vela el paso de aquel que se distrae. Reúne al mundo y su circunstancia y sácalo fuera. Bendita sea la parrilla que asa por ambos lados. Aquella que permite ver por doquier Su mirada. Aquella que a cada paso nos devuelve la sonrisa de Su Rostro. Por ello debemos ser tan raudos en romper el ayuno, como celosos de una total puntualidad en su comienzo. Todo lo demás, estar ciegos, aprisionados en la palabra vana. Ignorantes de que dos se hacen uno por el pacto. No hay dos, cuando es verdadero el encuentro.




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