“Non bene pro toto libertas venditur auro.”
(Miguel de Cervantes, DQDLM I. Prólogo)
“Y no digáis de ellos que están muertos,
sino que por primera vez viven.”
(Qurân)
A todo lector le cabe hacer juicio prudente de lo leído y hacer depósito de
ello en los estantes de su memoria, para así reproducirlo luego a conveniencia
o incluso recrearlo y enriquecerlo aún a riesgo de incrementar su grado de locura.
Dicen que los locos gozan de mayor proximidad a la inocencia y en ello reside
su irresistible peligro de contagio, la causa del temor y miedo que les
tenemos. Nadie quiere recuperar su inocencia original y soportar con ello el
peso de la acción, de la diferencia y –sobre todo- de la trascendencia que
brinda la inocencia desprogramada. Nadie vuelve a ser la misma persona tras el
prodigioso enclaustramiento en la cueva de Montesinos, como se deduce de el
cambio observado en sus palabras y acciones. Cuando se descubre la fuente del
rigor, uno se torna más clemente y misericordioso.
Próxima a la locura se encuentra la embriaguez espiritual. Ebriedad que
deposita en el temor del recuerdo la llave de la sabiduría. No cabe una lucidez
mayor que la de aquel que, permanentemente ebrio del recuerdo, temeroso, nunca
olvida. Y así, en la soledad de los campos, se deja acompañar por la virtud
trascendente que se intuye en los árboles y arroyos. Y libremente se deja
llevar por ella, reencuentra -dentro de sí- al otro, en cada una de aquellas
encrucijadas imaginales que pueblan y afirman la vida. Sólo así se entiende
aquello de que, para quién se haya conectado a la sensibilidad de otro mundo, “obras
SI son amores”.
La posesión del genio que inspira, que trae la locura, que exalta nuestra
alegría, también nos permite florecer, fructificar y renacer de un modo
distinto, a una perspectiva distinta, a una mirada renovada que se aventura a
un nuevo mundo y lo transita desde el cíclico forcejeo del corazón, para así transcenderlo
en su máximo apogeo y descubrir la Verdad. Locura pues, entreverada, plagada de
lúcidos intervalos, allí donde cordura significa conciencia de lo Real. No cabe
mayor locura que la que procura al molino gigante de cada ego el sagrado Viento.
Esa que se ha ganado regresar de nuevo al jardín del que no debimos salir. Que,
como dispuso el Eterno, cada quién sea libre de pensar, creer y establecer sus
propias conclusiones, de acuerdo a su propio conocimiento y compresión en el
provisional “huerto” de su Alma. Cualquiera es libre así de tener miedos y
esperanzas infundadas o frustrarse en el vacío de tomar por real aquello que no
lo es, prefiriendo construir molinos y adorar a otros dioses menores.
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