martes, 14 de agosto de 2012

Frustrada mirada


“Así, dame tu mirada una y otra vez,
para que regrese a ti deslumbrada,
humillada, vencida…”
(Qurân 67, 4)

“Gozos y sufrimientos de la luz,
los reflejos cromáticos nos muestran la escala
por la que se alcanza la Vida.”
(Goethe, Fausto)






Aunque el misterio del conocer se imbrica en los actos del sentir y del pensar, no se agota en ninguno de ellos. El desdeñado mapa del alma humana, toda vez que se resiste a ser cartografiado, delimitado o aprisionado por la forma o la palabra alguna, persiste como certeza inefable, capaz de abrasar el fénix de la imaginación creadora y darle renovada vida, latido luminoso y tornasolado, gozo coloreado y vibrante a lo que antaño fuera sombra gris, fáustica ceguera espiritual, recuerdo incomprensible, ceniza.

Recobrar la experiencia de lo sutil en la conciencia. Mirada interior que se sabe, porque se reconoce,  mirada. Instante elocuente en el que brotan y confluyen dos mares, la mirada y el sentido, percepción y significado. Pura apertura, vacía e insegura, que todo lo abarca y lo entiende, encuentro imposible entre los mundos tan distantes. Regreso. Ascenso que reúne. Aprender a rescatar la luz de la mirada, a mirar desde el reencuentro del alma, una vez, claro está, que ésta haya sido recordada, esto es, devuelta al corazón que sabe.

Luz sobre luz, que no necesita sombras, radiante aceite que no requiere llama, una mirada así, no se limita a ser testigo: requiere la luminosa caricia y sale a abrazarse a los colores, recuerda el compromiso, germina lo real. Cuando el alma se torna un mapa inútil ¿quién necesita razones a falta de memoria? ¿Quién le recuerda a la frustrada y estéril ceniza que un día fue resplandeciente gozo y sufrimiento, ardiente brasa? ¿Quién le devuelve la verdadera mirada? La que no se dobla. La que no da marcha atrás ni pasos en falso. La que no traiciona lo real. Aquella capaz de besar la luz que la besa.




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