“Ya ni siquiera ven la luz,
ni su pálido resplandor sobre el cielo.”
(Job 37, 14)
“Cuando las palabras son tan brillantes,
su resplandor puede cegar al ojo inexperto”
(Rabí Moshé Cordovero)
Comprender el comienzo de la creación desde el ascenso de
nuestra propia identidad, requiere atravesar una y otra (y otra) vez nuestros
propios límites, hasta ser llevados desde la total humildad y sumisión allí
donde ya no hay más palabras para expresar nuestra naturaleza de “polvo y
ceniza”. No hay ascensión sin conocimiento. Dicho de otro modo, la ascensión
desde el interior de nuestra identidad es infinita ya que, quizá a nuestro
limitado pesar, bien pronto descubrimos lo infinito del conocimiento, la infinita
dimensión del conocer que nos eleva tan pronto como nos revela limitados a ser
elevados de un modo que resulta, a todas luces, totalmente incomprensible.
¿Se comprende, pues, la absoluta necesidad de humildad para
atravesar Hokmah desde Binah y cómo dicha comprensión no es sino la más brutal
forma de soberbia? Quizá, renunciar a la posibilidad de entender ya supone haberlo
entendido todo, romper “por experiencia” la propia realidad allí donde, desde
la fecunda nada, todo es radicalmente posible. Inclusive una inteligencia
humilde, capaz no ya de quebrar, sino desmantelar y atravesar hasta los propios límites del
Silencio. No lo pienses. Atrévete y -sobre todo- no te quedes atascado en la auto idolatría de Hokmah. Buena
suerte.
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