sábado, 18 de agosto de 2012

La escalera al trono y el azufaifo


 “Si doy un paso más,
me abrasaré en el Eterno
más tú, tú estás invitado, prosigue.”
(Qurân 53, 14)

"Que el Señor reconozca al Señor en el Señor."
(Ibn Arabí, Tratado de la Unidad)






Quienes vivieron para contarlo a su regreso, confirman que no es posible el ascenso a la divinidad sin que haya amalgama o sin que se dé fusión. La única metáfora que puede ser capaz de entender el ser mezquino y egoísta, para hacerse una mínima idea de este proceso disolutorio, es la de “renuncia a sus deseos”. El viaje espiritual conlleva una suerte de turismo disolvente que, a la postre, dicen que termina por resultar edificante. Arribar la cima solar significa traspasar los ardiente rigores de su corona y penetrar hasta su centro. Superado el límite, arriba es adentro. La realeza es acción, nunca mera pose.


El verano toca a su fin. Purificados, limpios y anhelantes, disfrutamos estos últimos instantes estivales plenos de esperanzas, ideas y proyectos. Sentimos alegría de haber acompañado en su plenitud la marcha solar, y nos disponemos a permanecer también fieles en su necesario declive, recompensados en nuestro esfuerzo por múltiples bendiciones. Semillas que germinarán e irán creciendo en nuestro corazón el resto del ciclo, para entregar en el solsticio de invierno la mayor o menor calidad de sus frutos, o nada.




Devueltos al próximo otoño, a la costumbre y al deseo, recordamos que fuimos creados plenamente sedientos para poder ser así también colmados desde la inagotable plenitud. Sufre sólo quien olvida. La distancia muestra el valor de lo que amamos, la tensión necesaria que hace ese amor posible. Un año más significa todo el refinamiento, toda la apertura, toda la sensibilidad, toda la cercanía que hayas sido capaz de conquistar. A cada instante, si estamos atentos y vigilantes, recobramos la vida para vivirla renovados en cada rostro. No te distraigas en señuelos y atrocidades.


Sigue con precisión tu camino. Así quien escucha tus palabras, observará luego tus pasos y vigilará tus manos, para comprobar cómo retribuyes la confianza y qué guardas realmente dentro. Recuerda siempre en quién eres y lo pactado. Allí donde los ángeles dan un paso atrás, tú aún debes seguir. Prosigue. Prosigue… allí hasta donde tu anhelo alcance.




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