miércoles, 15 de agosto de 2012

Dios mediante

“No hay nada cuyos tesoros
no se hallen ya en nosotros.”
(Qurân 15, 21)

“Lo que no puede ser logrado,
no debe ser llamado.”
(Zohar)







Nuestra existencia tiene lugar en una realidad cuyo verdadero sentido se nos escapa. Nuestras vidas transcurren ensimismadas, ajenas a aquella realidad que las da lugar. Desconocemos por qué somos como somos y lo que somos. No sabemos prácticamente nada. Ignoramos por qué sucedieron las cosas, lo que las hace suceder en este mismo instante y cómo habrán de evolucionar en lo sucesivo. En realidad, estamos casi totalmente extraños a la verdadera realidad. Quizá nuestro único y mínimo contacto con ella sea la duda cartesiana, el trasunto indudable de nuestra propia extrañeza. Nuestra certeza de carecer de certeza alguna. Disfrazamos nuestro permanente auto engaño de “certeza” y nuestra permanente improvisación de “control” y así, sin rumbo, se nos pasa la vida mientras vamos tirando.

Un paso más consigue traspasar el umbral, permite el más leve contacto con lo Real e inunda por completo nuestro entendimiento, transformándolo todo. Y ese paso depende tan sólo de nuestro deseo, de nuestro anhelo auténtico de darlo. Luego, queda atravesar los ocultos palacios hasta conseguir llegar a la alcoba, descubrir el secreto que aguarda bajo los vestidos y propicia el angélico encuentro en una solo alma. Si de verdad quieres descubrir el significado de tu propia vida, ¿a qué esperas? Es muy sencillo. La ciencia que te permitirá sentir y conocer la realidad en la que existes está al alcance de tu verdadero anhelo. Atraviesa el umbral. Mientras se acerca sigilosa tu muerte, ¿que tal si empiezas a tomarte las cosas en serio y das tú el primer paso? ¡Hay muchos mundos –tan ocultos a tus sentidos como maravillosamente reales- aún por descubrir! La rica variedad de la periferia emana de un único centro ¿Sabrás hallar (recordar) aquella teofanía que, desde lo invisible, se despliega ahora en ti?





No hay comentarios:

Publicar un comentario