jueves, 9 de agosto de 2012

Non serviam


“Escucha el verdadero anhelo que palpita en tu corazón,
desoye la seductora llamada de la copa somnífera
¡Y no te duermas!
El amor sólo encuentra a los que ardientes le velan.”
(Yalal ad-Din Muhammad Rumi)



“Si y no.
Entre el sí y el no
los espíritus vuelan más allá de la materia y
las cabezas se separan de los cuerpos.”
(Ibn Arabí responde a Ibn Rush)





Respirar no es sinónimo de saber respirar, aunque la mayor parte de los supervivientes no asfixiados se consideran expertos “prácticos” en el tema: “Aprendí a respirar sólo, sin ningún maestro, y hasta ahora.” ¡Qué pronto olvidaron el álgido estímulo sobre las nalgas que les otorgó la radical victoria! No es el buscador, sino el encuentro con lo buscado, lo que hace posible (y completa) toda búsqueda. Lo buscado nos encuentra.



La posibilidad de autoconocimiento esencial en el bajo mundo de la manifestación es tan improbable como el encuentro con un arcángel. De hecho son la misma cosa, en lo que respecta a su variación vibratoria. La silente quietud permite saborear el viento divino que lleva al corazón de manera algebraica al encuentro con lo insondable.




La compulsión espiritual deja de ser asombrosa, imposible o extraordinaria, para ser un modo de ser en el mundo (de hecho el único), en lugar de vegetar, conforme a la verdadera naturaleza de las cosas. Todo el “mérito” robótico es tratar de resistirse a su fuerza: en vano. “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra.”



Toda vida no es sino un viaje a trascender el límite, el límite de uno mismo, el límite de lo verdaderamente humano, el límite de lo sagrado ¿Cabe otra opción que la de renunciar de modo consciente a la ignorancia y peregrinar a la extinción? Allí dónde aún no existe un cosmos que pueda oír ni obedecer, el mandato divino, hábil tejedor de esparto, lo hace posible como si nada. Natural.




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