martes, 5 de junio de 2012

Desenlace



Quiere la relatividad cuántica pensar que la trama del mundo no obedece según un orden causal y temporal, sino al caótico designio intemporal de su autor, la compleja urdimbre que entrelaza sin ton ni son acontecimientos, argumentos y hechos de la nada. Como bien conoce Mefistófeles, el enigma de la mente divina se descifra recorriéndolo: es un laberinto de recorrido único. No hay acción que no haya sido antes prefijada trama.

La tragedia clásica del mundo toca a su fin. No podría ser de otro modo. El planteamiento del mundo y su nudo no tenían más destino que prefigurar el previsto desenlace en el que somos actores que fingen ser aterrados espectadores en un escenario agotado, triste, cansado y plomizo. El fin de la trama requiere resolución, como cada nuevo instante da paso al siguiente, precipitado por su autoaniquilación, por su definitiva catástrofe. Siempre es así. Llegamos al punto culminante, allí donde concluyen todas las historias, no queda tiempo para nada más. Termina así la Historia.

Irán e Israel ultiman los últimos retoques de vestuario tras las bambalinas. Escena: “El callejón iraní”. Los extras del salón de butacas permanecen aterrados, aferrados a sus huchas. Más tranquilos vemos a los responsables de efectos especiales: los fabricantes de las más horripilantes armas, reservadas para la traca final a golpe de misil. Nada está a salvo. Ni la Estación Espacial Internacional, ni los bunkers, ni siquiera los afortunados residentes del cielo propietarios de un apartamento de lujo con vistas al Trono divino, ni el propio Dios se salvará esta vez. La macroserie “Humanity” no producirá una nueva temporada. Últimas localidades. No se pierdan el último capítulo (de hecho no pueden). Por si queda algún curioso irredento, les destripo el final. Todo acabará como ha hecho siempre, con un simple.

(Pero al menos -que nos quiten lo bailao- volvimos a ganar la Eurocopa ¡No hay dos sin tres! ¿Cabe esperar mejor desenlace?)



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