“Recién despierta, no puede mirar del todo las
cosas brillantes.
Hay que
acostumbrar, pues, al Alma a mirar por sí misma.
(Plotino, Eneádas I, 10)
“La alegría perfecta excluye el sentimiento
mismo de la alegría,
pues en el Alma colmada por el objeto
no hay rincón disponible para decir: yo"
(Simone Weil)
Una ciencia que preferencia lo
aparente frente a lo real, que confunde sensible con sentido, magnitud con
medida y correlación con control, no puede ser sino tachada de alucinatoria. Sólo
bajo un estado de conciencia delirante puede llegar a creerse la falacia que
dependencia tecnológica y potencial humano son conceptos ligados, un espejismo
materialista del que ya hicieron gala estoicos y epicúreos, incapaces de
asimilar la identidad entre incorpóreo y real, que la forma provenga de lo
informe, y el acto de la vacua potencia. Parece de sentido común la precedencia
lógica entre inteligencia y materia. Pero el sentido común no abunda tanto como
pretenden hacernos creer las herramientas “estadísticas”, tan infectadas de
medias, modas y perversiones típicas como pueblan –metastizan- el cáncer terminal
del Estado.
La conciencia creadora ha de ser
necesariamente anterior al Universo creado. La conciencia de lo creado, parte
necesaria de este creado Universo, guarda una mayor proximidad a la fuente.
Antes y después, causa y causado, espacio y tiempo en su idéntica relatividad
se reúnen, toda vez que sepas verlo con claridad. No te obstines en el “ne
scire” de los necios. Deja que la verdad abra tu mente, para que puedas así
verla “cara a cara”. El espacio imaginal carece de espacio y, por ende, de
tiempo. ¿Dónde y en qué momento cabría la osadía de tratar situarlo? ¿Cómo
hablar de aquello que precede a todo “discurso” y es además su fuente? No se
puede hablar del Alma, cuando no es sino ella quien habla, previa al logos, tras
la palabra.
No le perdonaron a Sócrates el agravio comparativo de su
lucidez, los que presumían de saber, y en el ágora se ponía de manifiesto que
no sabían tanto. ¿Cómo entonces justificar las abundantes dracmas con que
habían de dotarse los pingües salarios? Difícilmente. No creo en la ciencia que
se utiliza para recortar los presupuestos de una ciencia en la que tampoco
creo. Perdónenme: soy bastante escéptico. Y al serlo, “creo” estar en lo
cierto. Tropel enajenado que dicen actuar y “recortar” enarbolando la razón.
Psicópatas deshumanizados abducidos por el “ajuste presupuestario”, que llaman
a la codicia “inversión” y a la usura “deuda honesta”: ¿A qué esperan? ¡salgan
corriendo! ¿No han tenido ya suficiente Circe
y sobredosis de Calipso?
No hay comentarios:
Publicar un comentario