"Nada hay tan cuidadosamente sellado
que no haya algún día de revelarse,
ni secreto tan oculto
que no llegue al fin a saberse."
(Lucas 12, 2)
"¿A cuántos arrastrará en su caída
la corrupta Balilonia la Grande?
¡Pronto lo sabremos!"
(Alberto Canosa)
Cuando Jonás tuvo que pasar
parte de su peculiar periplo vital en el vientre de una Ba-casi-llena (si no,
no hubiera Cupido), tuvo que entretener su Alma de alguna manera, por lo que se
dedicó, al calor de una mínima hoguera, a la disección de alguno de sus maltrechos,
pero muy nutritivos, coetáneos.
Croqueta-mente llamó su
atención el cómo cambiaba de color la parte baja de la vejiga natatoria de algunos
de los peces por él destripados, tras haber sido convenientemente ahumados.
Estos casuales descubrimientos,
debidos con toda seguridad al “especial” grado de atención de algunos sujetos,
han cambiado la vida de la mayoría. Si no, que se lo digan a Moisés, que se
detuvo del negocio que le ocupaba (creo que rescatar ovejas perdidas, pero no
recuerdo si churras o merinas) maravillado por el curioso arder de una zarza
sita en el reseco y tórrido Sinaí ¡sin consumirse! Dispuesto a aprender, aquella
montaña aún habría después de enseñarle cosas del todo increíbles. Pero esa es
otra historia.
“¿Por qué (demonios) cambia
esta parte de la vejiga de color, y no la otra?” – Se preguntaba Jonás en su
ventral exilio. Y dándole vueltas y vueltas a la cosa, halló la respuesta, por
el camino del amor, que no del temor. Pero esa también es otra (larga)
historia. Fue publicada hace muchos, mucho siglos por la editorial QyDado, bajo
el curioso título de “Vesica piscis”. La pueden encontrar, bajo siete llaves, en el Archivo Secreto Vaticano: Lumen in arcana.
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