"Cuando se abren las puertas de la percepción
se nos muestra la realidad tal cual es:
prodigiosa e infinita"
(Aldous Huxley, Perception Doors)
El centro de la Vía Láctea, galaxia a la que “pertenecemos” orbitalmente
todos los adscritos al Sistema Solar, es un agujero negro descomunal (cuatro millones
de veces la masa de nuestro sol) situado en una zona denominada “Sagitario A”,
cuya existencia conocimos –y venimos rastreando (Max Planck Institute)- desde 1992. Curiosamente,
Sagitario es la constelación que “gobierna” sobre la península a la que dieron
nombre los Íberos.
Dicho agujero quiere zamparse a una nube de hidrógeno y helio (círculo verde), que va
aumentando su velocidad para llegar a ser convenientemente digerida por la sima cósmica
(aprox. unos 2350 Km/seg y creciendo), originando unas ondas gravitacionales tan
intensas que tienen algo inquieto a nuestro diminuto Sol. El pico más alto se
espera para mediados del 2013. La digestión de la nube, devuelve alta radiación
gamma cuyos efectos se sumarán a la perturbación gravitacional, creando una
suerte de efecto dominó del que no hay posible escapatoria y que tiene que ver
con la fiebres “X” de nuestra estrella madre.
El actual índice Kp (campo de actividad geomagnética de nuestra ionosfera) está
repercutiendo de manera muy significativa en nuestro sistema nervioso y, por
ende, en nuestro humor y estado ordinario de conciencia. Y no cabe sino
rendirse a este proceso “transformador”, intensificando nuestra actividad
meditadora y prestando especial atención a las “imágenes guía” que se forman en
nuestro interior.
Investigadores como Persinger (1980) o Broers (2012) se han preocupado en
analizar como repercuten los intensos campos electromagnéticos cósmicos sobre toda la compleja
dinámica neuroquímica de toda nuestra actividad cerebral. Parece que las
remotas supersticiones astrológicas, tan brutalmente desestimadas y ridiculizadas por la ciencia oficial, no
iban del todo desencaminadas. Pues, desde el centro de la galaxia, a meditar tocan.
Una llamada que va a resultar pero que muy difícil desoír.
Habrá que esperar ya muy poco para ver que da de sí nuestro alucinado “nuevo cerebro”. ¿Distorsiones espacio-temporales, tal vez? ¿Pérdida de contacto con la “realidad ordinaria”? ¿Iluminaciones, experiencias chamánicas y raptos místicos en masa? ¿Quizá nos prohibirán ahora el uso y abuso de nuestros fascinantes neurotransmisores naturales? ¿Nos volveremos ahora seres indiscriminadamente generosos? No sé… pero da miedo pensarlo. Nunca me fié demasiado de los estados alterados de conciencia, a tenor de sus “resacosas” consecuencias: la intransigente realidad regresa, nunca perdona. En todo caso, te deseo corazón un ¡buen viaje!
Habrá que esperar ya muy poco para ver que da de sí nuestro alucinado “nuevo cerebro”. ¿Distorsiones espacio-temporales, tal vez? ¿Pérdida de contacto con la “realidad ordinaria”? ¿Iluminaciones, experiencias chamánicas y raptos místicos en masa? ¿Quizá nos prohibirán ahora el uso y abuso de nuestros fascinantes neurotransmisores naturales? ¿Nos volveremos ahora seres indiscriminadamente generosos? No sé… pero da miedo pensarlo. Nunca me fié demasiado de los estados alterados de conciencia, a tenor de sus “resacosas” consecuencias: la intransigente realidad regresa, nunca perdona. En todo caso, te deseo corazón un ¡buen viaje!
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