"Cuatro maestros entraron en el Jardín:
Al salir, Bez Azay murió;
Ben Zomar se volvió loco;
a Ajer le cortaron la raíz.
Sólo rabí Akiba fue y volvió."
(Toseftta ki-fshutá, Hagiga 2)
"El dragón es como un rey en su trono,
Al salir, Bez Azay murió;
Ben Zomar se volvió loco;
a Ajer le cortaron la raíz.
Sólo rabí Akiba fue y volvió."
(Toseftta ki-fshutá, Hagiga 2)
"El dragón es como un rey en su trono,
la esfera como un rey que viaja por su país,
y el corazón como el rey de la guerra"
(Rabbi Aryeh Kaplan, Sépher Yetzsiráh)
Así como el espíritu
vivificador resucita a la letra, la presencia en el corazón iniciado renueva de
manera continua su alma, para que no tenga historia, para que se asuma a sí
misma instante, en una poética del espacio y la vida, tan perpetuamente actual,
que deviene irreprimible e inmenso poder transformador.
Los custodios de la
axiología, paralelos al devenir del humano medio, siempre han procurado con
esmero y tesón que el contenido de la verdadera experiencia iniciática no fuera
divulgado.
A tal fin –preservar
el secreto del sacro- elaboraron y transmitieron en círculos herméticamente
sellados, una suerte de jerga que ya no significa nada. Términos como “carroza”,
“palacios”, “trono” resultan inofensivos de todo punto. E incluso un tanto
anacrónicos. Ahora que la monarquía está de “capa caída”, nos resultan extraño
encontrarlos tras el “Erase una vez” de los mágicos cuentos de hadas. Dónde
esté una buena Wii o una Xbox de última generación…
Ezequiel e Isaías son
apenas carne de cita apocalíptica trasnochada. Ya nadie acude a ellos como fidedigna
fuente, como antaño. Reposan plácidos en nuestra dócil wikipedia, a merced de
los nuevos aspirantes Hasidim de Asquenaz. Nombres míticos como los de Abraham,
Henoc, Moisés ya casi no se utilizan para designar los ocultos operativos. Hoy
en día, nadie quiere prescindir del copyright de su profética visión, y
figurar, aunque sólo sea un instante, a la cabeza del ranking de best sellers o
superar en Google las preciadas ocho cifras de resultados.
Si todavía queda
alguien sentado a la orilla del Quebar, mucho me temo que no le preocupe demasiado
si fueron sus aguas precreadas o no. La magia es la que se adquiere con la
entrada de los parques temáticos (y, sobre todo, la que los hace rentablemente viables)
y en las salas de proyección IMAX y 3D. Bueno. Es lo que hay. Así están las
cosas. Desilusionados con la realidad, habrá que contentarse con la
espectacularidad del veterano sensurround de los 70 y los efectos especiales en
Maya de “Light&Magic”: Aleph,
para el universo; mem, para el
hombre; shin para el tiempo; y una bella
corona –gracias a su meticuloso orfebre- siempre verde y resplandeciente, que obedientes
transportan siete maestros.
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