miércoles, 20 de junio de 2012

San Juan y la fogata del gatopardo


“Hasta los dioses se hayan atados a su divinidad.
Únicamente la Necesaria Virtud
permite entonces alcanzar la Verdad.”
(Sócrates de Atenas)

"Al final es un problema moral
que el ser humano aplique o no
aquello que ha aprendido. "
(Carl Gustav Jung, Sueños y memorias)








Nada en exceso. Si siquiera zafarse del exceso mismo, cuando éste sea impuesto por la Necesidad, instancia suma que doblega a la divinidad a los mismos dioses.

A quién es ducho en un arte, hasta el punto de haber alcanzado en él suficiente maestría ¿le cabe alguna posibilidad de hacer mal una obra?

Pudiera darse el caso de que, fingiendo torpeza, salvase con ello la vida de alguien (incluso la propia), toda vez que alguien, tan suficientemente rico como brutal y desaprensivo, hubiese puesto el suficiente precio a la cabeza de cualquier Maestro. Lo que no se puede fingir es la maestría, ni para salvar la vida. Sobre todo cuando ese Arte es la Ética.

Por el testimonio de Sócrates, en la apología que nos consta por Jenofonte, sabemos que pocas personas son más peligrosas que aquellas que, sin saber, se obstinan en el espejismo de saber, aduciendo cuantas “razones” creen suficientes, llegado el caso, incluso la más poderosa de ellas: la fuerza. “Su vanidad es más grande que su miseria.”
No parece muy conveniente (para el deudor) dejar dirimir los asuntos judiciales al acreedor, ni (para el adúltero), dejar sentenciar los asuntos amorosos al despechado. ¿Quién tiene en su mano el disparador de la próxima atrocidad de magnitud global? Confiemos que no sea un seguidor del Príncipe de Lampedusa, convencido de que hay que ponerlo todo patas arriba (teológica, política y geoestratégicamente hablando), para lograr que ¡nada cambie! Alguien se encargará de barrer los treinta años de cenizas. “Mientras hay muerte hay esperanza” y San Juan está a un paso, y Salomé anda cerca. Llámenme agorero, si quieren: rodarán cabezas...








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