domingo, 17 de junio de 2012

Mantras y mudras


 “Lo encontrarás enganchado al cuerpo físico
por la parte alta del omóplato derecho.”
(Isadorus de Alejandría, s. V)


“Desde abajo resulta invisible.
Sólo será posible conocer su estructura
para quien orbite en viajes espaciales,
más allá de la ionosfera.”
(Nikola Tesla, confidencia a Mark Twain)

 




El poder de la palabra y el gesto son bien conocidos desde la antigüedad, como herramientas precisas para la confrontación de arcontes, dentro de los múltiples niveles del Ser, en aquellos oscuros confines del laberíntico campo de guerra en el que, como nos señala el Apocalipsis de Santiago, se libra cada nocturna batalla de la envidiosa codicia y la ególatra arrogancia a que nos somete el rutinario ocupante inhumano.

Permanentemente seducidos por las monótonas variantes del espejismo mesiánico y las del atávico holograma apocalíptico, somos distraídos hacia afuera de nosotros mismos y, de ese modo, hábilmente capturados por la narrativa arcóntica, con preciosos cuentos “para dormir” la voluntad y la intención, con la infalible trama. La inmensa complejidad de la intrusión, requiere de nuestra claridad y la concentración como bienes indispensables. Al carecer de intención (buqos) y atención (ennoia) necesarias para lograr la concentración thelémica de que carecen, los huéspedes las toman así prestadas.



El entrenamiento paulatino de la voluntad, la compostura interior y una férrea disciplina mental, son requisitos indispensable del héroe que aspire a entrar en las fuerzas de la resistencia de las que vendrá la libertad, un saber y un sabor olvidados, una “mirada” humana. Todos llevamos el antígeno para el veneno alucinógeno, dentro reside el antiviral necesario. Dentro.


Enfrentar la intrusión arcóntica, hacer frente al depredador que todos llevamos y desvía la señal requiere de grandes dosis de disciplina y valor. Nunca ha sido fácil afrontar la locura, sobre todo de un modo indiscreto. Los psiquiátricos rebosan ejemplos. No podrá crear el huevo luminoso sólo ni coordinarse para atravesar los flujos de emanaciones. Tampoco es nada fácil distinguir entre ellos a los aliados. Así que, piénselo mejor, ¡y no lo intente! No habrá ninguna “Ínsula Barataria” esperando. Mejor deje tranquilo su punto de encaje y, total son cuatro días, a seguir tirando del carro. ¿Qué ganas tiene usted de buscarse complicaciones?



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