“Lo encontrarás enganchado al cuerpo físico
por la parte alta del
omóplato derecho.”
(Isadorus de Alejandría, s. V)
“Desde abajo resulta
invisible.
Sólo será posible
conocer su estructura
para quien orbite en
viajes espaciales,
más allá de la
ionosfera.”
(Nikola Tesla, confidencia a Mark
Twain)
El
poder de la palabra y el gesto son bien conocidos desde la antigüedad, como
herramientas precisas para la confrontación de arcontes, dentro de los múltiples
niveles del Ser, en aquellos oscuros confines del laberíntico campo de guerra
en el que, como nos señala el Apocalipsis de Santiago, se libra cada nocturna batalla
de la envidiosa codicia y la ególatra arrogancia a que nos somete el rutinario
ocupante inhumano.
Permanentemente
seducidos por las monótonas variantes del espejismo mesiánico y las del atávico
holograma apocalíptico, somos distraídos hacia afuera de nosotros mismos y, de
ese modo, hábilmente capturados por la narrativa arcóntica, con preciosos
cuentos “para dormir” la voluntad y la intención, con la infalible trama. La
inmensa complejidad de la intrusión, requiere de nuestra claridad y la
concentración como bienes indispensables. Al carecer de intención (buqos) y atención (ennoia) necesarias para
lograr la concentración thelémica de que carecen, los huéspedes las toman así prestadas.
El
entrenamiento paulatino de la voluntad, la compostura interior y una férrea disciplina
mental, son requisitos indispensable del héroe que aspire a entrar en las
fuerzas de la resistencia de las que vendrá la libertad, un saber y un sabor
olvidados, una “mirada” humana. Todos llevamos el antígeno para el veneno
alucinógeno, dentro reside el antiviral necesario. Dentro.
Enfrentar
la intrusión arcóntica, hacer frente al depredador que todos llevamos y desvía
la señal requiere de grandes dosis de disciplina y valor. Nunca ha sido fácil
afrontar la locura, sobre todo de un modo indiscreto. Los psiquiátricos rebosan
ejemplos. No podrá crear el huevo luminoso sólo ni coordinarse para atravesar
los flujos de emanaciones. Tampoco es nada fácil distinguir entre ellos a los
aliados. Así que, piénselo mejor, ¡y no lo intente! No habrá ninguna “Ínsula
Barataria” esperando. Mejor deje tranquilo su punto de encaje y, total son
cuatro días, a seguir tirando del carro. ¿Qué ganas tiene usted de buscarse
complicaciones?
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