domingo, 17 de junio de 2012

Memoria creadora, memoria traidora

“No puso el Eterno dos corazones,
en las entrañas del hombre.”
(Qurân 33, 4)

“Un suspiro (Alma) tu existencia:
sea en tu favor, no en tu contra.”
(Ahmed ben Aliwa)





Silenciosa pero inexorable, a todo ser humano le llega una última hora, aquella en la que habrá de recoger –ya sin excusas- el fruto cierto de sus afanes, que no siempre irá a la par del de sus anhelos. Por más que así nos parezca, ninguna vida es del todo malgastada. “Nunca el tiempo es perdido…” nos recordaba la canción.

Cada pulso testificará ese día, cada respiración será interrogada, cada intención medida, cada pensamiento sopesado. Nada será despreciado o echado en falta. Todo comparecerá aunando la precisión de la víctima, el victimario y los testigos de ambos. Finalizada la obra, la neutralidad está garantizada por la memoria cordial.


Juicio, sentencia y veredicto: todo en un instante radical, preciso como una espada. Sin miedo. Sin deseo. Nadie guardara, toda vez que ella hable, recuerdo de esa memoria -tan traidora como creadora- irremediable. De tanto despreciarlas, nos condenaron las formas, nuestro pecado no fue menor por transcurrir en un sueño de perpetuos renacimientos. Final y comienzo, indicios de eternidad. Ahora que ya estamos muertos, sin miedos ni deseos, trazará el corazón un puente certero sobre el abismo de la memoria. "Nunca el tiempo has perdido..."







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