“No se conoce
a nadie por lo que piensa,
sino por lo
que verdaderamente ama.”
(San Agustín, Confesiones)
“Quien
persevera en su locura,
terminará
siendo sabio.”
(William Blake)
Este miniblog ha tenido la fortuna de ser
elegido por “Musgo de estrellas”, un blog de los de verdad, especializados en la
supergalaxia Zen. Resulta esclarecedor y reconfortante acercarse allí, de cuando en cuando, o siempre
que resulte necesario, para encontrar así inspiración y la paz presente que de
ella –toda vez que estemos abiertos- emana reparadora. En un post reciente, se
habla del miedo y la inseguridad como pecados de extravío. Pero lo que más me
llamó la atención fue el modo en que reclamaba gratitud, allí donde
habitualmente, en ese estado zombificado al que también se hace referencia, no
solemos entenderla debida.
Hay instantes en la vida de todo ser humano
los cuales, plenos de misterio, al asalto en medio de la nada, requieren de
toda una exégesis, santifican al demonio de nuestro sagrado egoísmo y le hacen
entregar dócil sus ígneos secretos. Pero la visita de tales obnubilados instantes,
mágico encuentro entre miradas y opuestos, siempre nos bendice en un lugar, tan
humilde y silencioso que tras acogernos, pasa desapercibido. Toda nuestra
asombrada gratitud se la lleva el instante. Nada queda para el mudo aquí creador
que lo ha hecho real, posible.
Nuestro anhelo de lo divino reposa sobre el
perfume invisible del lugar, que nos acoge con tal perfección que no perturba
ni la visión ni la memoria, que no se entromete, que no reclama protagonismo
alguno y no se cansa. No transcurre, nos deja ser en él. El lugar nunca falla,
nunca abandona, nunca reniega y desiste como tantas veces nosotros. Disponible
siempre, promesa necesaria y desinteresada. Hay en él mucho más que una moral,
que una ascesis, más que una doctrina y más que una experiencia: nos acoge.
Aquí está la llave de la restitución del hombre y del mundo en lo Eterno.
Ser conscientes de que torpes o diestros, dormidos o
despiertos, todos ocupamos a cada momento un espacio que no siempre amamos. Un
lugar que hace posible aquello que nos importa, donde nuestra Alma rompe sus
ataduras, donde nuestro corazón late más allá de sus límites, donde –al asentarse
serena- se renueva mágica nuestra mirada y, con ella, el mundo, la existencia.
Donde descubrimos lo pequeños y mezquinos que pueden llegar a ser nuestros más
ambiciosos sueños. Donde sabemos que somos posibles, porque tenemos espacio. Un
espacio amable desde el que aprender a acoger sin prejuzgar, desde el que
descubrir lo que significa “amar” y “ser amable”. (Gracias, Ane)
;) o lo que viene siendo......... guiños cómplices. Agradecida por la mención ^^
ResponderEliminar