"Durante su peculiar periplo terrestre,
el destino superior del Alma es Conocer:
descubrir en sí la inmortal llama
de la Esencia Divina."
(Pitágoras de Samos)
Sólo los necios, quizá por miedo a
perder su espejismo de control o tal vez por simple y llana pereza, confinan el Alma a los límites
espacio-temporales, renegándose a aceptar tantas evidencias contrarias, por
entender que toda “señal” que no esté bajo su total dominio (esto es, amañada)
atenta directa o indirectamente contra sus
intereses particulares o, lo que es peor, alimenta de alguna manera los del
contrario. ¿Cómo si no cabe interpretarse la irreverente micción de un perro?
Siendo foráneo a Esparta, no
te fíes ni un pelo de los espartanos, ni aún si se diera el caso (sobre todo si
se diera) de que te recomendasen que desconfíes de ellos. Estos griegos, hasta
cuando descansan del vicio de conspirar contra Persia, es que algo traman. A ver
si se les ha pasado por la cabeza hacer caso al inquieto de Ulises, maestro de
los mil ardides, y van a introducir un gusano-troyano en los ordenadores del Nagual.
¡Tendría gracia la “llama”!
En tiempos de irremediable
recortes como los que sobrevivimos, a fuer de lograr al menos por una vez un “sin-cero
balance”, no compensa ni sale a cuenta el malgastar nuestra valiosa segunda
atención, que ha de estar centrada en más jugosas y rentables “mesas
financieras”. Y, no digamos, la tercera, ahora que se aprestan a proliferar los
fuegos de don Juan.
No te rindas, ni te apartes a un lado, por difícil que se te ponga el camino que te eligió. El viento en contra viene cargado de ceniza, para avivar así la llama indestructible de tu corazón: ¡Mira cómo arde!
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