“Ecce
Deus fortior me,
qui
veniens dominabitur mihi.”
(Durante
Alighieri, Vita Nuova 2)
Convertir
al actor en personaje, o transparentar al fotograma en vida, requiere de un
acto –no siempre voluntario- de supresión de la incredulidad. Atravesar el
trazo de las letras engarzadas desvelando su quimérico sentido, tal y como está
haciendo en este mismo momento el lector, no lleva a presuponer, erróneamente,
que el amanuense es creador y creedor, cuando sólo es ficción. Le cabe al
impostor el arte de mentir en primera persona, dando la falsa impresión de
desnudarse tras el disfraz donde mejor se oculta. ¿Hay menos luz en el autoengaño
que en la visión? ¿Hacer alas de unos simples remos? ¿Trocar en Dulcinea las menores expectativas de Aldonza?
Allí
donde el infierno no es sino sobre determinación absoluta, cautiverio del
pensar, el purgatorio nos ofrece, engañoso, alguna posibilidad de elección.
Sólo la paradisiaca liberación permite abarcar en toda su complejidad los
límites y contradicciones del universo, tornarlos aparentes, trascenderlos. Una
liberación que, mal que nos pese, amargo pan de la vergüenza, sólo es real
porque es gratuita. ¿Liberados o atrapados en lo que soñamos e intuimos eterno?
La palabras aguardan, pacientes, tropezar con el alma, para renovarse allí por
primera vez. Como hacen en ti ahora. Ahora.
Misericordioso
aquel que estableció dentro de su riguroso orden no ya la posibilidad sino el
imperativo categórico de la amabilidad y la ternura. Quizá por ello a cuantos
alejó de su rostro les mitigó el dolor con el balsámico silencio, allí donde no
cabe ni la sospecha ni el arrepentimiento. Por ello nos reconocen y también por
ello, a su manera, sabemos que son de los nuestros. Toda nuestra vida se
condensa así en un instante mágico, más allá del bien y el mal: el del
reencuentro cristalino con nosotros mismos tras la tragicómica pasión de la última
escena en la que ya no cabe el proceder ocultado con el que nos embaucan –no siempre
de forma involuntaria- las vívidas vigilias soñadas con las que soñamos desafiar
nuestros sueños.